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La oficina siniestra

En la barra...

...de un bar, así me parecé que pasé toda la mañana, acodado en el mostrador de la oficina. Mis compañeros estaban de vacaciones,a sí que me encontraba yo a solas con Alberto, protestante, no por religión sino por carácter, que no paraba de echar venablos contra las subidas de las hipotecas y la del pan, así como que la gente se cuele en las colas...¡menuda mezcolanza!

    La mañana fue distraída,no paro de llegar gente, a la que aparte de solucionarle los pellizcos o cardenales que le producen la burocracia administrativa, procuro el adentrarme en esa parte de su vida que todo el mundo está anhelante de compartir.

    Muy temprano llegó Adela, que venía a solucionar unos papeles de su pensión, mientras se los rellenaba me hablaba diciéndome, en confianza, que necesitaba que se le arreglara cuanto antes, de sus cinco hijos, tres han estado enganchado en la droga y de hecho hay todavía uno en prisión que necesita ayuda económica semanal, sin contar los nietos que todos los días comen de su olla.

    Más tarde Engracia, llegó cojeando debido a los puntos de la cesárea, a quien hace unos días le solucionamos una paga de malos tratos apareció para que conociéramos a su hija recién nacida. Había nacido antes de tiempo, pero era una pequeña y preciosa muñeca acolchada en su cochecito. Engracia tiene 33 años y esta es su séptimo hijo, con tres padres diferentes distintos y con una paga escasa que recibe. Ahora recibirá por el nacimiento los famosos 2500 euros y otros 1000 por nacimiento, será un momentáneo balón de oxigeno para esta familia, pero ¿y después?

     Julio tiene poco más de cuarenta años y una cara de hormigón, hoy no trabajaba y se acercó por allí a hacer una de esas preguntas en las que vanamente pretende hacerse experto en triquiñuelas administrativas, de paso me contó que el día anterior estuvo arreglando la moto en un taller y que al salir del mismo, lo pilló la policía y como no tenía casco ni seguro se llevó la moto. Al preguntarle si pagaría la multa para recogerla, me dijo que no, que se quedaran con ella, que él ya tiene otra moto.

     Así entre papeles y conversación, y con la sensación de haber aprovechado la mañana terminé la semana. Cada vez me siento más a gusto con mi trabajo y hay días como hoy que me parece, incluso, que he pasado la jornada en la barra del bar.

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