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La oficina siniestra

Virginia (y 2)

         Mi jefe me llamó con urgencia, diciéndome que al día siguiente vendría una inspección a mi oficina, pues querían revisar cómo se realizaban algunos de los procedimientos administrativos. Que él no podría acompañar al inspector pues tenía que ir a Madrid pero que tuviera cuidado y no metiera la pata, sobre todo que no le hiciera quedar mal.

        Al día siguiente, estaba yo sentado en pura tensión ante mi mesa esperando que llegara el susodicho inspector, cuando a través de la puerta del despacho escuché unos tacones que se acercaban a la oficina.  Alberto entró a avisarme que preguntaban por mí. Y cuando salí me encontré frente a mí una señora de buen ver, elegantemente vestida con un traje de chaqueta a medida, que me tendió la mano presentándose como Virginia Olmedo la inspectora.

          Tuve que esforzarme para no desmayarme allí mismo y superar el nudo que se me formó en el estómago. ¡Era Virginia! Estaba muy cambiada, aparte de su elegancia en el vestir y su cuidado aspecto, sus rasgos ahora maduros conservaban aquella naturalidad de sus años jóvenes, aunque no me pasó desapercibido que las pecas de la cara habían desaparecido con un cuidado maquillaje. Ella no pareció reconocerme y yo, vistas las circunstancias de la última vez que nos vimos, preferí no decir nada. Pasamos a mi despacho y me estuvo preguntando muchas cosas referidas a los trabajos que desarrollamos, de lo que iba tomando nota en un ordenador portátil que traía. No me dio opción a tutearla y durante todo el tiempo me habló de usted, en un tono, incluso, seco que en algún momento me llevó a dudar que era aquella Virginia con la que tanto había compartido. El interrogatorio fue exhaustivo y me hizo traerle mucha de la documentación que tenía archivada y que examinó con lupa. A las tres de la tarde mis compañeros se fueron y yo seguí frente a ella, no sabiendo cuando iba a poder comer ese día.            Olga fue la última que se marchó, y entonces ocurrió algo sorprendente, se desabotonó un botón de su camisa, con lo que no me pasó inadvertido al ver su escote que “quien tuvo retuvo”. Y levantándose, con un movimiento súbito y sorpresivo, me besó levemente los labios.  Fue cuando rompió a reír. ¿Te creías que no te había reconocido?, me dijo.  Cuando me dijeron que había que hacer una inspección en tu pueblo me ofrecí voluntaria, tenía ganas de verte después de tantos años. No supe que decir. ¿Tienes hambre? Hasta entonces me había pasado inadvertida una bolsa de plástico que traía y de la que sacó una pequeña tarta de chocolate. Como ves me sigo acordando de tus gustos- me sonrió mientras una mirada pícara encendía sus ojos.  ¡Era mi tarta preferida!, la pusimos encima de la mesa y aunque ella no probó bocado, decía que estaba convaleciente de una gastroenteritis y tenía que seguir en ayunas, no quiso dejarme sin aquel regalo.  Mientras comía aquel suculento manjar el ambiente se relajó y estuvimos hablando de nuestros viejos tiempos y de lo que había cambiado nuestra vida. Ella tras aprobar las oposiciones entró en el cuerpo de Inspectores y estaba continuamente viajando por España, se había divorciado hacía dos años, pero me indicó que ahora se sentía de maravillas. De pronto miró el reloj. Tengo que marcharme, que he quedado en la capital. Me pidió el número del móvil y dándome otro leve beso salió, atravesando la puerta, con un gracioso movimiento de trasero.

                Me dediqué a guardar ordenadamente todas las carpetas que había tenido que sacar y organizar mis papeles para el día siguiente, cuando, de pronto, un retortijón en la barriga me hizo ir al retrete. Allí me vacié, sintiendo unos dolores bastante fuerte. Intenté levantarme varias veces, pero cada vez que lo intentaba, nuevos retortijones hacía que siguiera en aquel doloroso lugar. Al cabo de media hora cuando salí de los servicios con el cuerpo sumido en sudores fríos y las piernas temblorosas me acerqué a la mesa donde tenía el móvil: había recibido un mensaje con número oculto. Cuando lo abrí, me tuve que sentar para no caerme:

“La venganza es un plato que se saborea, mucho mejor, cuando se cocina muy lentamente ;-P – Virginia”.

 

 

5 comentarios

abril -

Otro que esta de vacaciones.
Snif, soy la unica que no tiene vacaciones,buuuuuuuuuuuuuuaaaaa.
Mil besos.

abril -

Eso te pasa por salir corriendo, ella penso que te gustaban todas las cosas deprisa y te ayudo que vaciaras deprisa.ja,ja,ja,ja....era broma.
Un poco rencorosilla la mujer.
Mil besos.

GABY -

vives en alicante? tengo una amiga por ahi a quien extraño mucho.
Esa Virginia es de las mias, genial, mil veces genial, dale mis saludos

Clooney -

Tu relación con las mujeres está llena d etodos los tópicos...

Lycaena -

Delirante la venganza :P, pero un poco infantil el personaje de Virginia pasados los años y que no olvide?, una pérdida de tiempo la visita a semejante \"elemento\" que no fue capaz de dar la cara en su día y explicar el por qué de su partida.