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La oficina siniestra

El maletín

    La oficina rompió su monotonía cuando llegó en un cuadernillo las instrucciones sobre un nuevo sistema del intercambio de correspondencia con la Dirección Provincial. Se lo pasé a Alberto, como responsable del correo, que asumió las nuevas funciones con desusado interés. El se encargó, luego, de transmitirnos las correspondientes instrucciones: a primera hora, todos los días, llegaría el maletín con la correspondencia que nos enviaban de la Dirección Provincial y nosotros remitiríamos la nuestra al final de la mañana en que Marquitos el cartero del pueblo montado en su bicicleta vendría a recogerla.

    A la mañana siguiente todos estábamos expectantes esperando el maletín y cuando Marquitos lo trajo estuvimos a punto de abrazarlos, al maletín y a Marquitos. Era un maletín de cuero negro cerrado con un candado, del que el día anterior nos habían mandado la llave, y al abrirlo Alberto se encargó de sacar con toda solemnidad los sobres que nos remitían con distintas cuestiones. Alberto se pasó toda la mañana "ocupado" en recopilar la correspondencia y en su ansia desmedida por meter cosas en el maletín estuvo a punto de meter las pajaritas de papel que hacía Eduardo, quien las rescató a última hora. Cerró el maletín tras ratificar que no quedaba nada más por introducir y le puso el candado, entregándoselo a Marquitos con un cuidado tan extremo que me pareció que estaba entregando el maletín con las contraseñas del arsenal nuclear.

   Al día siguiente, ya era la cuestión menos emocionante pues conocíamos el maletín. Pero ocurrió algo sorprendente, nos llegaron dos, al abrirlo vimos que uno venía, efectivamente, con la correspondencia de la Dirección Provincial, pero el otro...¡era el mismo y traía los papeles que habíamos enviado el día anterior! Cuando vino Marquitos a última hora se tuvo que tragar una buena reprimenda, por su ineptitud, que le echó Alberto, llevándose los dos maletines.

   Pero la cosa se complicó más cuando al tercer día llegaron tres maletines, dos de ellos viejos conocidos nuestros. Aquello exasperó a Alberto que enseguida llamó directamente a D. Genaro, el jefe de Correos, para decirle que era un servicio que estábamos pagando y que exigía que se cumpliera correctamente y los maletines siguieran su curso adecuado.

   El cuarto día llegaron cuatro maletines, esta vez Marquitos tuvo que traerlos andando porque no le cabían en la bicicleta y, entonces fue cuando decidí relevar a Alberto de su puesto de encargado de correspondencia y ver qué ocurría exactamente. Y cogiendo uno de los maletines entre mis manos me di cuenta enseguida de lo q estaba ocurriendo. Los maletines tenían una tarjetita que ponía nuestra dirección: "Oficina Siniestra", pero... a esa tarjeta se le daba la vuelta y por el otro lado ponía "Dirección Provincial" y claro cuando el maletín se depositaba en la oficina de Correos al ver escrito "Oficina Siniestra", volvía de nuevo a nosotros, porque a Alberto no se le había ocurrido que había que girar la tarjetita.

    Cuando Alberto se enteró de aquello puso cara de desintegrarse y lo único que dijo fue:

- Ya que he perdido la confianza para preparar el correo dimito de ese cargo y más teniendo en cuenta que no es un trabajo acorde mis funciones y que he estado realizando por hacer un favor.

4 comentarios

abril -

Pobrete con el esmero que le estaba poniendo el chico.
Mil besos.

Clooney -

En una oficina que trabajé había un subalterno, al que le dejé una carpeta con documentos para que hiciera fotocopias, él sin inmutarse me dijo \"déjala ahí, que ahora estoy haciendo la quiniela\"... sin comentarios!

amanda -

¡Benditos ordenanzas! ¡En todas las oficinas son iguales!

Olga -

No tienes qué decir a quién le fueron transferidas esas nuevas funciones del correo... sin dudarlo, imagino que a ti.
Un saludo